viernes, 24 de octubre de 2014

Memorias de África

"Yo tenía una granja en África, al pie de las colinas de Ngong. El ecuador atravesaba aquellas tierras altas a un centenar de millas al norte, y la granja se asentaba a una altura de unos seis mil pies. Durante el día te sentías a una gran altitud, cerca del sol, las primeras horas de la mañana y las tardes eran límpidas y sosegadas, y las noches frías".

Así de contundente es el inicio de una de las mejores novelas que he leído en lo que va de año. ¿Que por qué la considero una de las mejores? Muy sencillo. Su temática no me interesaba en absoluto. Siempre me he dejado llevar por el eurocentrismo imperante en las sociedades occidentales, sin pararme a pensar que África está mucho más cerca que Rusia. Y, sin embargo, esta novela ha conseguido convencerme de que África es un lugar que merece la pena vivir y amar.

A través de cada página, Karen Blixen (que firma la novela como Isaak Dinesen) nos acerca un poco más a este continente y a sus gentes, a una particular forma de vida que nos traslada a los orígenes de la Humanidad y que nos recuerda quiénes somos realmente. Desde la historia del pequeño Kamante, hasta la vida del viejo Knudsen, Blixen (Rungsted, Dinamarca, 1885) entreteje el día a día en una granja keniana a principios del siglo pasado. Imagino que la vida por aquellas latitudes habrá cambiado mucho desde entonces. He ahí la maestría de Blixen: quiero viajar a África, pero al África que ella conoció y que tan magistralmente describe en su libro, un deseo irrealizable que es posible satisfacer releyendo pasajes y citas de esta impagable novela.

¿Y qué pasa con la historia de amor? Os preguntaréis quienes hayáis visto la versión cinematográfica del libro. Bueno, os diré que no es tal. El romance con Denys Finch Hatton tan solo se intuye. Se cuenta con tal sutileza que el lector no tiene otro remedio que respetar la intimidad de la autora. Es Hollywood quien se empeña en centrarlo todo en las relaciones amorosas entre parejas heterosexuales. En la literatura, sin embargo, aún hay espacio para la magia de los paisajes y de las gentes, el magnetismo que ejercen los objetos sobre nuestras vidas, las impresiones que causan en nuestros cuerpos la altitud o las puestas de sol, los sonidos de la maleza que aloja un animal a hurtadillas, el color de la tierra, el sabor del destino... en resumen, la vida, que no puede ser contada con una escena de cama por muy buena que sea la banda sonora. Por eso necesitamos leer más y ver menos la tele. Por eso es tan urgente leer a mujeres.

Os dejo con algunas de las citas que he anotado en estos días de lectura. Como veis, son bastantes, pero podrían ser muchas más. Tan magistralmente está escrito "Memorias de África".

"Esta seguridad, este arte de nadar, lo tenían, en mi opinión, porque habían conservado un conocimiento que para nosotros se ha perdido con nuestros primeros padres; entre todos los continentes es África quien nos lo puede enseñar: que Dios y el Diablo son una unidad, la majestad coeterna, no dos seres increados, sino uno solo, y los nativos nunca confunden a las personas ni dividen la sustancia". 
"Un hombre blanco que hubiera querido decirte una cosa hermosa escribiría: 'No puedo olvidarte'. Los africanos dicen: 'Pensamos que nunca puedes olvidarnos'".
"En África, cuando tomas un libro digno de ser leído, entre el montón de mala literatura que los buenos barcos traen desde la distante Europa, lo lees como un autor quiere que se lea su libro, pidiendo a Dios que siga siendo tan bueno como lo es al principio. Tu mente corre, transportada por un sendero fresco y verde oscuro".
"El pasado, que había sido tan difícil de traer a la memoria, y que probablemente le parecía que cambiaba cada vez que pensaba en él, había sido atrapado, conquistado y delimitado ante sus ojos. Se había convertido en historia; contra él no prevalecían ni la variabilidad ni las sombras del cambio".
"Las mujeres nativas se afeitan las cabezas y es curioso cuán rápidamente tú misma llegas a pensar que esos cráneos redondos y calvos, que parecían nueces pardas, eran el signo de la verdadera feminidad, y que un montón de cabellos en la cabeza de una mujer es tan impropio como una barba".
"Cuando se construyó la primera máquina de vapor, se separaron los caminos de las razas del mundo y no se han vuelto a encontrar".